Este masaje parte de una visión holística del ser humano. La persona es tratada en su integridad (cuerpo físico, mente, emoción y espíritu). Debido a ello, el masaje metamórfico no se centra en un problema en concreto del individuo sino sobre todo el conjunto. Cada persona posee la capacidad de sanarse gracias a todos los mecanismos homeostáticos que la regulan. Y como resultado se consigue alcanzar equilibrio emocional y relajación física y mental.

Este tipo de masaje lleva realizándose desde hace miles de años utilizado por los Antiguos Sacerdotes Egipcios. Pero tras la caída de esta civilización, la práctica se fue perdiendo casi hasta desaparecer por completo, hasta que en el siglo XX el médico y naturópata Robert St. John la recuperó.

A partir de la reflexología podal y los puntos reflejos de pies y manos respecto de la columna y empezó a investigar en este camino. Así desarrolló la Terapia Metamórfica.

Constató que durante todo el tiempo de gestación en el vientre materno se implantan nuestras estructuras físicas, emocionales y mentales. Muchas de las pautas de comportamiento del individuo tienen su origen en este periodo gestacional, donde confluyen la genética de ambos progenitores y las condiciones físicas, ambientales y psicológicas en las que el embarazo se desarrolle.

Tras el nacimiento, nuestra vida tendrá sus raíces en ese periodo prenatal. Gracias a esta técnica las estructuras corporales son liberadas y con ello llega la transformación.