Es curioso como el significado de muchos términos se acaba desvaneciendo, modificando o retorciendo hasta mutar en el imaginario colectivo hacia un sentido completamente distinto. En ese aspecto es bonito parar y analizar con mayor atención cada palabra que empleamos, pues encierra un mundo en sí misma. ¿La estamos utilizando adecuadamente? ¿No estamos haciéndonos trampas con nuestro propio lenguaje?
En este post nos centramos en dos conceptos opuestos que frecuentemente se utilizan de manera errónea, dos términos que nos llevan desde lo espiritual a lo terrenal pasando por lo tecnológico y lo emocional: conexión y desconexión.
Como ejemplo, pondré dos frases que todos habremos escuchado o pronunciado más de una vez: “Me voy a dar una vuelta para desconectar” o “Voy a conectarme a internet”. No sería más apropiado decir “me voy a dar una vuelta para conectar” o “voy a desconectarme a internet”? ¿No estaremos llamando conexión a la desconexión y viceversa?
Pongamos que vamos a dar una vuelta solos por el campo (y no se nos ocurre ni por un instante mirar el teléfono móvil). Al principio estamos pensando en nuestros problemas o quehaceres pendientes, pero poco a poco nos dejamos llevar y empezamos a conectar con la tierra sintiendo el contacto de nuestros pies con ella al caminar, el fresco de la brisa en los brazos, el calor del sol en la cara. Conectamos con las flores y plantas que vemos, con la persona que se nos cruza en el camino y a la que saludamos, con el perro que (dándonos una lección de consciencia y presencia) está olisqueando un matorral como si no hubiera nada más en el mundo en ese momento. Conectamos con la tierra, el agua y el aire, con nuestras sensaciones, con el paisaje, con nuestro presente. Y volvemos a casa con una agradable sensación de bienestar y una actitud relajada, centrada y positiva. ¿Cómo se le puede llamar a eso desconectar?
Hemos puesto el ejemplo del paseo pero la verdad es que se puede conectar de muchas maneras: haciendo deporte, dándole un abrazo a alguien, teniendo una conversación interesante, realizando meditación o recibiendo un masaje terapéutico. Maneras hay muchas y es bueno dedicarles espacio, interés y atención.
Pongamos ahora otro ejemplo: nos aburrimos y tiramos del recurso fácil, mirar el móvil sin tener nada en concreto que ver. Empezamos a ver publicaciones en redes sociales sin ganas, casi como autómatas, sin siquiera prestarles atención, pasando una y otra foto, una y otra publicación que no nos interesan ni lo más mínimo sólo para rellenar el tiempo. Dejamos el móvil hastiados, aburridos y presos de la insatisfacción personal con un poso de tristeza, una cierta ansiedad y una gran sensación de vacío. Está claro que ese tiempo no nos ha sido provechoso, más bien al contrario. ¿Es eso conectar?
Esto no es una crítica a la tecnología, que bien usada y en su justa medida es de utilidad y puede ayudarnos e incluso enriquecernos personalmente. Pero ello no puede alejarnos de la naturaleza, de nosotros mismos, de nuestros pensamientos y sensaciones, de la interacción con los demás o de la percepción de nuestro entorno. Simplemente hay que poner consciencia, tratando de encontrar e integrar un equilibrio que nos sea saludable. Espero que esta reflexión sobre qué es conectar y qué es desconectar te haya resonado y aportado, y que valorar el profundo significado de ambas palabras te ayude en tu camino hacia una vida cada vez más sana.